lunes, 6 de diciembre de 2010

ESPIRITU NAVIDEÑO



Soy una enfermera, que trabaja en el Servicio de Dialisis. Llevo 6 años y medio ejerciendo esta profesión en el mismo servicio desde que acabe mi carrera.
Dialisis, como muchos otros servicios o trabajos, es un servicio monótono y a veces incluso puedes llegar aburrirte. Pero también de esto se puede aprender, pues yo he aprendido a tener mucha más paciencia con los enfermos, pues estos son enfermos crónicos que absorven mucho de ti. Te exigen lo mejor de ti, y esto a nivel psicológico cansa. Y cansa incluso a veces más que otro trabajo a nivel físico.
Muchas veces pienso, quién es realmente el “paciente” en esta profesión, somos los propios enfermer@s más que el propio enfermo.

Mis días van pasando, y la ilusión que tenia al principio de empezar mi carrera como enfermera se va apagando. No encuentro motivación en este trabajo, siempre es lo mismo, los pacientes siempre son los mismos, son sus mismas quejas y exigencias...Esto es lo que me repetía diariamente en mi trabajo.

Pero, no podía estar siempre así. Debo cambiar mi estado de ánimo ante esta situación que no me lleva a ningún sitio. Estoy convencida de que no será mi trabajo para el resto de mi vida. Pero si aún estoy aquí, es porque tengo que aprender algo de esto.

Así un día algo ocurrió que comencé a  entender que los pacientes tienen mucho que aportarnos y enseñarnos.

Y gracias a un paciente en especial tengo que agradecerle, porque él fué quien me motivo a ser mejor enfermera con mis  pacientes y a escribir este artículo.

Este señor, algo peculiar por su forma de ser. Considerado entre mis compañeros como alguien un poco “loco” y quizá también algo pesado, porque habla mucho y un tono bastante alto. Quizá porque lo único que quiere es que le oigan, que le escuchen.
Porque realmente esta persona tiene un mensaje que dejarnos. Este ser que es para mí ahora, alguien interesante y sabio. Si, quizá un poco “loco”. Pero cuántos locos conocemos que han sido grandes personajes en la historia...

Un día, escuchando una de sus “locuras” me dijo una frase que me inspiró para escribir algo. Me dijo: “Por qué en el colegio me enseñaron quienes eran los Reyes Magos y no me enseñaron a distinguir una col de una coliflor”.

La ilusión de la Navidad se ha perdido en muchos de nosotros. Quizá por experiencias en nuestras familias como separaciones, muertes o porque no hay niños en esa familia para proyectar en ellos esa ilusión que un día nos robaron a nosotros...
Nuestr    os educadores, tanto padres, como profesores y otros familiares, inconscientemente nos hacen vivir desde pequeños la ilusión, pero una ilusión  que en realidad luego es mentira.

Los padres quieren recuperar en estas fechas esa ilusión de la que un día también ellos disfrutaron y que también se la arrebataron y que ahora no son conscientes de ello.

Por qué volvemos a recaer en los mismos fallos que nuestros antepasados. Por qué volvemos a aprovecharnos de nuestros hijos, para recuperar esa ilusión, sólo en estas fechas.

En la conversación con este paciente, él me decía: “Recogemos lo que sembramos”. Y así es, y por qué no cambiar esa siembra para que nuestras futuras generaciones tengan esa ilusión, no sólo en las fechas Navideñas, si no el resto de los días del año.

La ilusión es primordial en nuestras vidas. Gracias a ella vamos creando nuestro futuro. Pero deberíamos observar de qué manera estamos usando esa ilusión.

Recuerdo aquel spot publicitario que dice: “ Un juguete, una ilusión”. Nos estan vendiendo continuamente que la ilusión está en lo material, en lo fácil de conseguir.

Como bien escribió un compañero de profesión, al cual desconozco, pero que un día leí un artículo que publicó en una revista de enfermería, que decía así: “En este mundo en el que vivimos, un mundo lleno de materialismos y deseos de fama, uno llega a la conclusión de que no es más feliz el que más tiene, sino el que más emociones ha vivido”.

Y así es. La emoción de conseguir algo es lo que nos mueve a llegar a nuestro objetivo. Pero si esa emoción nos la arrebatan enseguida, es decir, nos ponen el camino fácil y rápido. Esa emoción se diluye y se apaga igual de rápido, entonces perdemos interés por ello. Entonces queremos más y buscamos más cosas materiales para conseguir volver a tener esa emoción.

Quizá ante esto los adultos deberíamos ser más conscientes de esto y abrir nuestras mentes para enseñar a los niños que en lo material no se encuentra la felicidad. Sino, en luchar cada día por algo, por alcanzar un sueño.
Y cuando lo tengan, cuando ese niño haya aprendido por el camino de la paciencia, obtendrá su regalo más preciado. Que no será otro que haber aprendido que la felicidad no se encuentra en  alcanzar el objetivo, si no en el camino, en las emociones y sensaciones que han experimentado hasta llegar a éste.

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